A mí me diagnosticaron VIH muy jovencita: a los 16 años. Tengo 20 años viviendo con esto y el tratamiento que recibí en Cuba fue lo que me mantuvo en stand by la vida entera. En mi país, trabajas y trabajas pero no ves resultados así que me decidí a vender todas las cosas de la casa y saqué visa para irme a Nicaragua con la intención de cruzar por tierra a Costa Rica. Llegué a San José en setiembre de 2019 con ayuda de un ‘coyote’ y pedí refugio. Mi esperanza era conseguir, lo más pronto posible, un seguro médico, la medicación y un trabajo. Para todo eso había que hacer trámites y esperar. Yo traje tratamiento por cinco meses, pero se acabó en febrero. Para mediados de marzo, cuando se declara el Estado de Emergencia por la covid-19 en el país, ya tenía casi dos meses sin tomar antirretrovirales y la cosa se complicó más. Estaba muy nerviosa. Veía las noticias de todos los muertos en el mundo y me animé a ir al hospital México para buscar antirretrovirales. Ese día me di cuenta de que ya me habían asegurado por el Estado. Me dieron una cita para el 26 de abril que después me la cambiaron para el 20 de mayo. Ese día me hicieron exámenes y solo me dieron pastillas para la ansiedad. Los antirretrovirales me los dieron -por fin- a inicios de julio. Tuve mucho susto, todo el tiempo tuve susto. Cuando me cambiaron la cita o me dijeron que tenía que esperar, me entró una gran desesperación. Bajé de peso descomunalmente, sufrí mucho dolor de cabeza, imagino que de tanto pensar lo que la falta de medicamentos podría hacerle a mi organismo si me agarraba la covid-19.
(*) Se mantiene en reserva la identidad del entrevistado a su solicitud