La cura funcional del VIH sería posible en los próximos años y transformaría la vida de las personas que viven con el virus al controlar mejor la infección sin necesidad de un tratamiento continuo, prevé el infectólogo Antonio Solano Chinchilla. Hay esperanzas en la eficacia de la interacción de medicamentos con diferentes mecanismos de acción.
Por Hassel Fallas • Septiembre 22, 2020
Los primeros casos de VIH en Costa Rica se atendieron en 1983. Al inicio, frente a una epidemia que el mundo empezaba a conocer, a los pacientes sólo se les daba vitaminas y se trataba las enfermedades oportunistas del VIH, como la neumonía y la tuberculosis, frente a un sistema inmunitario debilitado. Las personas morían un año después de su diagnóstico.
Los tratamientos contra el virus de inmunodeficiencia humana han ido evolucionando hacia medicamentos más robustos y con menos efectos adversos. Se pasó así de ser una enfermedad mortal -casi sin ninguna esperanza- a una con la cual, se puede llegar a tener calidad de vida. En la actualidad, la ciencia sigue avanzando en el desarrollo de nuevos fármacos, refiere el infectólogo Antonio Solano Chinchilla, quien dirige el Servicio de Infectología del hospital Doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, uno de los más importantes de Costa Rica. En este centro se atienden cerca de 3.000 personas con VIH, casi una tercera parte de todas las personas diagnosticadas en el país.
En el aspecto médico ha habido avances significativos. Antes se les daban muchas pastillas a los pacientes. ¡El famoso cóctel VIH era terrible! Actualmente se les está dando como medicamento de primera línea un combinado de tres pastillas en una y estamos a la espera de que llegue un nuevo fármaco que mejoraría la adherencia de los pacientes, un aspecto fundamental para mantener suprimida la carga viral. Este producto es comercializado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y se llama Dolutegravir. Se trata de una sola pastilla en conjunto con el Tenofovir y Lamivudine. La llegada de este medicamento se ha retrasado debido a la covid-19 que ha complicado el despacho de medicinas, la logística y el abastecimiento de antirretrovirales en el mundo.
El infectólogo Antonio Solano Chinchilla no cree que - en el mediano plazo- haya una cura única para el VIH sino, más bien, la interacción de medicamentos con diferentes mecanismos de acción para mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Con el VIH podemos ser optimistas moderados. Quizá no se erradique el virus, pero sí vendrá una cura funcional, que controle mejor la infección mediante una serie de medicamentos llamados neutralizantes. El efecto de ese tratamiento haría que la persona pueda mantenerse un tiempo prolongado sin necesidad de un tratamiento continuo, como el actual. Esto podría ocurrir antes de una década. La cura que quisiéramos, la vacuna que elimine el virus, esa sí va más lento, es una posibilidad más lejana.
También está la terapia génica, que es como si al paciente le hicieran una transfusión de células que impiden el acceso del virus del VIH a otras, defienden el cuerpo del ingreso viral, lo bloquean y lo destruyen. Sin embargo, no creo que haya un tratamiento único para la cura del VIH sino, más bien, la interacción de medicamentos con diferentes mecanismos de acción.
Hay médicos a los que no se les pasa por la mente que los adultos mayores pueden tener VIH. Les hacen todo tipo de exámenes y dejan al último esta prueba, quizá pensando que el paciente, por su edad, ya no tiene sexo, pero ahora los adultos mayores tienen más posibilidades de tener una vida sexualmente activa. Habría que tener campañas de prevención para esa población y diagnosticarlos lo más pronto posible para mejorar su calidad de vida.
Persisten situaciones que reflejan la ignorancia sobre la realidad de las personas con VIH. Hay desconocimiento sobre aquellos pacientes cuya carga viral es no transmisible, lo que quiere decir que la presencia del VIH en la sangre es tan baja que no se puede detectar en una prueba. No quiere decir que la persona esté curada, pero sí que los antirretrovirales han reducido a niveles muy bajos su carga viral. En esos casos la persona con VIH indetectable ya no puede transmitirlo a otros. Eso le cambia la vida, hace que ya no se sienta como un ente capaz de dañar a otros.
Hay menos discriminación, pero aún se sigue escuchando comentarios ignorantes y casos de personas a las que despidieron por tener VIH. Claro, no lo dicen así abiertamente, pero se escudan en los llamados “reacomodos de personal”, por ejemplo.
No. Hasta el momento no se ha demostrado que los pacientes con VIH sean más vulnerables al COVID-19. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Programa Conjunto de Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA) lo han enfatizado: no hay mayor riesgo de infección siempre y cuando no estén inmunodeprimidos y tengan un buen recuento de células CD4 (linfocitos que ayudan al sistema inmunitario a combatir infecciones).
Los factores de riesgo para COVID-19 son: obesidad, hipertensión arterial y diabetes. Si una persona vive con VIH, es adulta mayor y presenta alguna de esas comorbilidades entonces sí es más vulnerable.
Las personas con VIH, como cualquiera otra, deben ser estrictas en la higiene de manos, uso de mascarilla y en guardar el distanciamiento físico de otras personas. Es recomendable tener al día las vacunas contra la influenza, la neumonía y todas las posibles. En el caso de los que presenten comorbilidades, deben seguir sus tratamientos para evitar complicaciones de la respuesta inflamatoria al virus del COVID-19.
Depende del medicamento que tome el paciente. Si a la persona se le prescribe Efavirenz y lo toma intermitente -tres olvidos al mes, por decir un ejemplo- corre el riesgo de que se presenten mutaciones del virus. Hay que considerar que todo depende del nivel de células CD4 con las que se empezó el tratamiento. Si se inicia con un nivel muy bajo se podría caer otra vez en la enfermedad.